25 de febrero de 2011

Las canciones de mi vida II: "A song for Europe" (Roxy Music)

Si Jim Morrison representa la emoción pura, el impulso de la energía primitiva, Bryan Ferry y Roxy Music son el símbolo de la estética, de la belleza milimétricamente estudiada y pacientemente construida. Es la fuerza de lo inmediato frente al fulgor deslumbrante de la orfebrería. Mundos aparentemente antitéticos que, sin embargo, me cautivan con la misma pasión. Puede parecer un ejemplo de incoherencia, pero yo prefiero verlo como una muestra de lo poliédricas que somos las personas.
Roxy Music eclosionaron con el glam rock de principios de los 70, para, al igual que David Bowie, trascenderlo a la primera oportunidad. Porque los verdaderos artistas carecen de fronteras y viven en una expansión permanente de su universo creativo.

Roxy transitó desde la vanguardia inicial, que integró electrónica y rock en sus dos primeros discos con Brian Eno, hasta el pop de lujo a partir de Manifesto. Su influencia se ha extendido en el tiempo y puede rastrearse con claridad en el nuevo disco de Radiohead, por poner solo un ejemplo muy cercano. Con todo, es probable que a Roxy se les identifique antes por la estética que por su música. Siempre han sido reconocidos como finos representantes de la “elegancia”, una etiqueta que aun siendo cierta  los empobrece, porque no refleja todo lo que son. Tengo un compañero y amigo que dice de Bryan Ferry que es el único que resulta elegante incluso con un traje de lentejuelas. A lo que yo añadiría, en la misma línea, que es el único que puede cantar a una muñeca hinchable (In Every Dream Home a Heartache) y resultar emocionante. Ferry siempre ha tenido alma de dandy, de crooner incluso, y eso ha dotado a sus canciones de un refinamiento que ha evitado que se deslizara por el camino de la cursilería.

Resulta difícil encontrar una canción que resuma la esencia de Roxy Music. Aunque les tengo un cariño especial a las de su primer disco, y pese a que Manifesto sintetiza bastante bien su filosofía estética, me he quedado con A song for Europe, que es una de las que tiene mayor carga de emoción, con un soberbio solo de saxo de Andy Mackay, y que da pie a Ferry a exhibir su espíritu de romántico universal que tan bien emparenta con el Rick que Bogart encarnó en Casablanca. Es, además, un tema que ha estado presente en todos y cada uno de sus conciertos. Como el que viví en el verano de 1982 en Donostia. El inicio de una noche memorable que se prolongó bajo el hechizo de la Concha (un besazo, Edurne, si algún día lees esto).

Tous ces moments 

Perdus dans l`enchantement 
Qui ne reviendront 
Jamais 
Pas d´aujourd´hui pour nous 
Pour nous il n´y a rien 
A partager 
Sauf le passé


Y esto me da pie a preguntarme por que prácticamente todas las grandes canciones de amor cantan la pérdida, la ruptura, el adiós de la persona amada. Son pocas las que festejan el triunfo de la alegría y la felicidad. Quizás porque la sacudida de la privación es siempre más intensa y marca más. En la adolescencia, buscamos emociones que nos zarandeen el corazón, sensaciones que nos estremezcan hasta dar un sentido diferente a la vida. Cuando nos vamos haciendo mayores, como es el caso, necesitamos sentimientos que nos vuelvan a estremecer, que nos hagan cosquillas en el estómago y nos hagan ver mariposas revoloteando. Porque nada mejor que el amor, e incluso el desamor, para sentirnos vivos. Nada iguala su intensidad, su capacidad para removernos interiormente. Es difícil sustraerse a esta tentación, y por eso es fácil caer en la tentación de buscar siempre algo más de lo que tenemos. Una persecución imposible del Santo Grial, porque la perfección no existe y el paraíso es una quimera. Es una forma de estar en la vida, aventureros en una montaña rusa de las emociones. Otra manera es la de quienes prefieren ser arquitectos de sus ilusiones. No buscan la perfección sino perfilar la belleza de lo cotidiano, de lo que tenemos a mano. La vida es perfectible, y en ello se trabaja día a día, como albañiles de un edificio en permanente construcción, como la Sagrada Familia, la Alhambra o la Catedral de Santiago, fruto de un esfuerzo continuo, no de una súbita revelación. Porque, al final, la belleza es el resultado de un trabajo de artesanía. Como una canción de Roxy Music



23 de febrero de 2011

En la noche de la historia

Cuando era niño, oía a mis padres hablar de la guerra civil y me parecía algo tan extraño que tenía la impresión de que me estaban contando una película de indios y vaqueros. Y solo habían transcurrido treinta años. Los mismos que se cumplen hoy del fallido golpe de Estado del 23-F. Mi hija pequeña, que tiene 14 años, veía el otro día un reportaje sobre el asalto al Congreso y mostraba la misma expresión de asombrada perplejidad que había sentido yo de chiquillo. Sin embargo, retengo muy viva en mi memoria aquella noche. La asonada me pilló haciendo el servicio militar en San Fernando. Como estaba destinado en el cuartel general, vi el constante ir y venir de jefes y oficiales, las discusiones detrás de las puertas de los despachos, mientras mis compañeros dormían vestidos y con los pertrechos a mano por si tenían que salir a la calle. A menudo, la memoria suele ser frágil, pero es terriblemente poderosa para guardar lo verdaderamente importante. Por eso, quienes lo vivimos, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor sensación de peligro personal, debemos alimentar constantemente la llama del recuerdo. Porque los riesgos de la involución, aunque no sea por la fuerza de las armas, acechan en cada rincón. La libertad se gana en cada uno de nuestros gestos, se defiende en cada acto de nuestra vida. Nada se puede dar por conseguido, porque las sombras pueden acecharnos en cada esquina. Hoy sentía un íntimo orgullo profesional al ver la primera página de la edición que distribuyó El País a las 8 de la tarde de aquel día. Cuando nada estaba decidido aún, tuvo la valentía de salir en defensa de la Constitución y de la convivencia en democracia de todos los españoles. Fue un gesto de un periodismo comprometido con la sociedad que añoro con tristeza. Y que contrasta dolorosamente con el periodismo de guerrilla y patio de vecinos que predomina hoy. Pero de eso hablaremos otro día. Lo importante ahora es proclamar bien alto que el destino está en nuestra manos y solo nosotros, ciudadanos libres, podemos decidir nuestro futuro, porque nadie tiene derecho ni va a poder usurpárnoslo, por muy poderoso que sea, por muchas armas o dinero que tenga. Y eso que vale para nosotros sirve para todos los pueblos del mundo. Porque nuestra libertad no está completa sin la del resto de los seres humanos del planeta. Por eso, hoy debemos estar con todos los ciudadanos árabes que se levantan contra los dictadores que los oprimen desde hace tantos años, con todos esos ciudadanos que como los libios se están jugando la vida para liberarse del yugo que los sojuzga. Porque todos los tiranos, sean del pelaje que sean, deben pasar para siempre a lo más oscuro de la noche de la historia.

21 de febrero de 2011

Las canciones de mi vida: "The end" (The Doors)

"This is the end 
Beautiful friend 

This is the end 

My only friend, the end"


No es la mejor canción de la historia. Hay muchas que me han alegrado, me han emocionado o me han animado cuando estaba triste. Pero no tengo la más mínima duda de que The end es la canción de mi vida, la que me ha acompañado siempre, la que ha estado conmigo desde que la descubrí con 16 años, y a la que vuelvo continuamente. No sabría definir bien por qué, pero así es. Comienza como una canción de despedida, de pérdida, con un ritmo hipnótico guiado por la guitarra de Robby Krieger. Poco a poco, se va haciendo más tensa, a medida que el texto va ganando en simbolismo, hasta llegar al punto culminante:

"He walked on down the hall, and 
And he came to a door...and he looked inside 

Father, yes son, I want to kill you 

Mother...I want to...fuck you"


Y, tras el grito desesperado de Jim, la música alcanza uno de esos momentos de paroxismo tan típicos de The Doors. Más allá del escándalo que supuso este pasaje edípico-incestuoso, lo significativo es como un añadido de forma improvisada en una actuación, fruto de una noche de locura, acabó por convertirse en parte de la canción, la fagocitó y se adhirió a la historia del grupo como una segunda piel. Es una prueba más del subtítulo de este blog, de cómo las fronteras entre lo trascendente y lo insignificante son tan difusas que nunca se puede prever cuál será el efecto de cada una de nuestras acciones.

Y el cómo se gestó la versión definitiva de la canción define a la perfección la esencia de Jim Morrison y The Doors. La fuerza de la improvisación como motor creativo. La energía primitiva desbocada como impulso vital. Musicalmente, eran un grupo muy orgánico, en el que todo estaba al servicio de la canción. Sin ser unos instrumentistas geniales, eran suficientemente buenos, originales y con una formación diversa que manaba del blues, el jazz, la música clásica e incluso el flamenco. Y funcionaban como un todo en el que si algo sobresalía era Jim Morrison, su voz, pero sobre todo su personalidad arrolladora. Yo los descubrí en 1975 con un disco en directo que en España se tituló "Absolutely live". El impacto fue brutal. No había forma de que transcurriera el tiempo para llegar a casa y ponerlo a toda pastilla, para desesperación de mi madre y supongo que mis vecinos. La fuerza de The Doors en directo es incomparable. Cualquiera de sus discos en vivo, incluso el peor de ellos, es un monumento a la celebración. Sus canciones ganan una barbaridad sobre el escenario, y sus versiones de otros temas, una gozada. La que hacen de "Gloria", de Van Morrison, es la mejor que conozco con diferencia. Y eso que me gusta mucho la de Patti Smith, Aún hoy, sus conciertos siguesiendo un recurso extraordinario para cuando estoy bajo de moral. Lo llevo siempre en mi mp3 para escucharlo a todo volumen y cargarme de energía. Es el mejor antidepresivo que conozco.

Nunca he sido fanático de nada ni de nadie, pero he de reconocer que Jim Morrison es lo más próximo a un ídolo que yo he tenido. Me atrapa su energía, su vitalidad, su sinceridad. No es un dios, no es un modelo en muchas cosas, pero envidio su fuerza arrebatadora, su capacidad para mostrarse tal cual, sin fingimientos, desbordado a menudo por las drogas y el alcohol, pero dándose tal y como era. Una persona tímida, que se comía las uñas antes de actuar presa de los nervios, pero que se transformaba en el escenario. Una persona que luchaba constantemente por recuperar su verdadero sitio: él era un poeta transformado en un ídolo de masas, un símbolo sexual a su pesar y un icono en una época de rebeldía juvenil que lo sobrepasaba. Pero nunca dejó de ser lo que realmente era, incluso en sus peores momentos. Por eso, hoy en día, cuando están a punto de cumplirse 40 años de su muerte en París, sigue estando vivo, En una época en la que el modelo es gente como Lady Gaga (admirable en muchos aspectos), todo representación, una máscara para mostrar lo que los otros quieren ver y ocultar lo que nosotros somos de verdad, Jim Morrison sigue siendo la encarnación, para lo bueno y para lo malo, de la autenticidad. 

Porque, a fin de cuentas, cuando llega el final del día y nos quedamos solos en nuestra casa, de nada nos sirven las galas, las sonrisas fatuas, las bonitas palabras o las palmaditas en la espalda. Al final del día, cuando nos quedamos desnudos lo único que realmente merece la pena es tener a alguien que nos abrace, que nos reconozca y quiera tal como somos, alguien con quien fundirnos piel con piel.

"I found an island in your arms 
Country in your eyes 

Arms that chain 

Eyes that lie 
Break on through to the other side 
Break on through to the other side "


P.D. Para conocer de verdad a The Doors, recomiendo a todo el mundo la excelente película "When youre strange", narrada por Johnny Deep y dirigida por Tom DiCillo. Excelente.






20 de febrero de 2011

Sortu y las fronteras de la democracia

Tengo un muy buen amigo que, no siempre, pero ha votado a Batasuna en numerosas ocasiones. Y jamás ha justificado a ETA. Durante años compartí clases y recreos con quien tiempo después sería detenido por pertenencia a la banda terrorista, pero también con quien se convertiría en alcalde de Eibar, líder de los socialistas guipuzcoanos y consejero del Gobierno vasco. Y entre uno y otro extremo, fanáticos de todos los pelajes y personas absolutamente normales. Quiero decir con ello que Euskadi es una sociedad rica, plural, muy diversa en lo cultural, con gentes procedentes de muchas partes, y en lo político. Una sociedad en la que la industrialización acelerada se superpuso, como una capa de chapapote, a unas estructuras dominadas por las tradiciones seculares de un mundo rural. Una sociedad muy compleja que no ha sido capaz de integrar adecuadamente tradición y modernidad, que no ha creado las estructuras sociales y culturales capaces de gestionar su propia complejidad. La desacralización, el relativismo e incluso el individualismo de las sociedades posindustriales no hay arraigado con fuerza en Euskadi. Perviven unas ciertas reminiscencias comunitaristas y mesiánicas que explican la fortaleza del nacionalismo político; y con ello, el afianzamiento de un cierto maniqueísmo. Consecuencia: una comunión esencialista de individuo y pueblo, el atrincheramiento en defensa de lo propio como elemento sustantivo y el recurso permanente al "quien no está conmigo está contra mí" como instrumento de supervivencia, o de sometimiento, según desde qué trinchera se vea.

La penetración del PNV en todos los ámbitos de la sociedad vasca durante décadas ha reforzado esta filosofía hasta convertirla en algo parecido a una forma de "ser" lo vasco. Aunque no se pueden confundir ni convertir en sinónimos (como hace maliciosamente el neonacionalismo españolista que irradia desde Madrid), el bloque ETA-Batasuna ha llevado este pensamiento hasta el extremo totalitarista. Si la banda terrorista ha recurrido al asesinato (casi 900, no hay que olvidarlo)  para atemorizar a la sociedad, Batasuna ha intentado someterla con una presión social cotidiana de corte estalinista. La violencia (la callejera y la psicológica), las amenazas, el amedrentamiento, la imposición de un discurso determinado, la exclusión del otro... han asfixiado a la sociedad vasca. Como decía mi admirado Mario Onaindía, Euskadi aún no ha completado la transición a la democracia.

La Declaración Universal sobre la Democracia la define tanto como "un ideal que se ha de tratar de alcanzar como un modo de gobierno". En tanto que ideal, es "un derecho fundamental del ciudadano, que debe ejercer en condiciones de libertad, igualdad, transparencia y responsabilidad, con el debido respeto a la pluralidad de opiniones y en interés de la comunidad". Pues bien, así entendida, la democracia no ha existido en Euskadi, porque ETA-Batasuna ha ejercido una coacción que ha impedido la libre formación de la voluntad popular. Dicho a la inversa: la democracia en Euskadi solo es posible con la desaparición de ETA.

Dicho lo cual, y pese a los muchos desengaños, pienso con total convicción que estamos en ese esperanzador proceso. Creo que, tarde lo que aún tarde, ETA va camino de su desaparición: no por un milagroso proceso de conversión, sino por incapacidad, aislamiento y pérdida de sentido, de su propio sentido. En este contexto, y en términos de actualidad, la pregunta que queda por responder es: ¿qué se hace con Sortu? ¿Debe ser legalizada? Batasuna (y derivados) fue ilegalizada en tanto que organización sometida a y dominada por ETA, que la utilizaba para conseguir sus propósitos. La ilegalización ha sido buena para Euskadi, porque ha cambiado el curso de la historia y ha sido determinante para llegar hasta donde ahora nos encontramos. La situación actual es fruto de la presión policial, política, judicial e internacional. Pero tan cierto como esto es que ni fueron ilegalizados los principios ideológicos ni sus simpatizantes perdieron sus derechos políticos. Es decir, los miembros de Batasuna siguen siendo ciudadanos con sus derechos plenos, incluidos los políticos. En consecuencia, tienen la misma capacidad que cualquier otro para constituir un partido, con los mismos principios independentistas que definían a Batasuna. Siempre que cumplan las leyes y no vulneren las resoluciones que la expulsaron de la legalidad. Esto es: no es posible un partido sometido a ETA, que sea una mera continuidad, incluso con otras formas, de Batasuna, y que no cumpla todos y cada uno de los preceptos de la ley de partidos.

Bien: los estatutos de Sortu son irreprochables en su literalidad. Diría aún más: son los más estrictos en a la hora de recoger cuanto establece la ley. No solo rechaza expresamente la violencia de ETA, sino que incluso prevé la expulsión de cualquier militante condenado por violencia. ¿Es suficiente? Pues es matizable. La sentencia ilegalizatoria de Batasuna extiende su eficacia a cualquier organización que pretenda continuarla. ¿Cómo hemos de interpretar "continuidad"? ¿En términos de personas? No, porque se trata de ciudadanos en plena facultad de sus derechos políticos. ¿Por sus principios? Tampoco, porque las ideas políticas no pueden ser prohibidas. Al menos de las que estamos tratando. Entiendo que la "continuidad" debe ser entendida en términos de identidad común de un conjunto de factores: personas, principios, fines y organización. La misma declaración de rechazo a la violencia de ETA, junto a otros principios y valores de pronunciamiento democrático recogidos en los estatutos, conlleva tal ruptura con la esencia misma de lo que era Batasuna que con ello se desvirtúa radicalmente la tacha de continuidad.

Queda como tercer elemento acusatorio la vinculación a ETAcontradicción en sus términos. Cabe, ciertamente, la posibilidad del engaño. Pero no es sino un juicio de intenciones. Y los tribunales no pueden obedecer a presunciones, porque la Justicia opera sobre hechos fehacientes y demostrables, no sobre posibilidades de... Y, en todo caso, en caso de colisión con derechos fundamentales como el de participación política debe prevalecer siempre la  protección de estos como fundamento constitutivo de la democracia. E incluso si los estatutos de Sortu fueran una artimaña para engañar a los tribunales, estos tienen en la actual legislación electoral instrumentos sobrados para proceder a la ilegalización a posteriori, incluso aunque ya estuviera presente en las instituciones.

Así que, judicialmente, el terreno parece abonado a la legalización. Otra cosa es la valoración política que merezca tal decisión. Pero, como señala la Declaración Universal sobre la Democracia, "las instituciones judiciales y los mecanismos de control independientes, imparciales y eficaces son la garantía del Estado de derecho, fundamento de la democracia". Ciertamente, las presiones van a ser intensas, porque los intereses, también políticos, son importantes. El PSOE sabe que una eventual desaparición de ETA sería su principal activo electoral en las circunstancias actuales. Y el PP, que también lo sabe, presiona hasta lo que no está en los escritos para impedir lo único que en estos momentos puede amenazar su probable victoria electoral. El Gobierno traspasa la patata caliente a los tribunales para no cargar con la responsabilidad política de la respuesta. Y el PP, que no tendría reparos en cambiar de postura al día siguiente de unas elecciones victoriosas, toca todos los resortes a su alcance, esos que Federico Trillo maneja tan bien, para conseguir sus propósitos y evitar la legalización.

Aunque eso vulnere principios elementales de la democracia, que está basada "en el derecho de todas las personas a participar en la gestión de los asuntos públicos". Por ello, "los derechos civiles y políticos son primordiales, y en particular entre ellos, los derechos a votar y a ser elegido". Un derecho que se pretende hurtar a una parte importante de la población vasca (entre un 10% y un 20%, según la consulta que utilicemos como referencia). Pero ya se sabe que en el PP hay algún sector cuyo pedigrí democrático aún está por demostrar.

En todo caso, y en el supuesto de que la respuesta judicial no sea la que espera, Sortu tendrá la oportunidad de demostrar que su apuesta por la democracia y la normalización política del País Vasco es sincera y está profundamente arraigada. Después de todo, el daño que ETA-Batasuna han causado ha sido tanto y de tan largo alcance que la penitencia tampoco sería desproporcionada. Mantener su apuesta por la paz y a democracia, sea cual sea resultado, pueda o no concurrir a las elecciones, sería la mayor y mejor contribución que podrían hacer al País Vasco.

18 de febrero de 2011

Las fotos de mi vida: en el origen de casi todo...

El futuro nunca está escrito, así que lo único aparentemente seguro en esta vida es aquello que ha pasado. Y digo "aparentemente" porque incluso cuando echamos la vista atrás podemos encontrar interpretaciones discrepantes, cambiantes. Pero de lo que no tengo duda alguna es de que casi todo lo que vino después y me ha traído hasta donde estoy hoy fue una aventura única en compañía de mis amigos de Eibar: con más voluntad que recursos, con más ilusión que capacidad, rodamos un largometraje en Super 8 que titulamos Etenak-Transgresiones y que estrenamos el 30 de diciembre de 1982.

Era una historia de amor (¡faltaría más!) en el contexto de la violencia en Euskadi. Pretendía mostrar como los condicionantes externos condicionan una relación. La pareja nunca está sola, aunque a menudo tenga esa engañosa ilusión. Las diferencias (sociales, culturales o de cualquier otro tipo) amenazan continuamente la fortaleza del sentimiento. La cuestión era (y sigue siendo) qué es más poderoso: la pasión que irrumpe desde el interior o los monstruos que nos acechan desde el exterior. La pregunta era (y sigue siendo) si el amor nos da el vigor necesario y suficiente para superar los obstáculos y construirnos en la relación o si, por el contrario, sucumbimos a nuestros propios miedos y fantasmas. La duda es cómo se integran individuo y sociedad. El final quedaba abierto. Que cada uno dé su propia respuesta. A mi me gustaría ser optimista, aunque no sé si tengo muchas razones para ello.

El otro tema de la película era la convivencia y la violencia en Euskadi. Un debate que ahora ya se plantea abiertamente, pero que en aquellos años no era fácil, especialmente en el propio País Vasco, donde solo se hablaba de estas cuestiones en privado, porque en público daba miedo o simplemente no estaba bien visto. De hecho, y hasta donde yo sé, en el cine solo había una película que había sacado el tema a la luz: La muerte de Mikel, de Imanol Uribe. Nosotros tratamos de continuar la reflexión desde una perspectiva más íntima. Creo que ese fue el gran valor de aquella película, ya que pocos más tenía.

Y si alguno tuvo, fue el de afianzar una relación entre el núcleo (relativamente numeroso) de quienes participamos en aquella aventura que ha trascendido el paso de los años y la distancia. Tejió una madeja de lazos invisibles que se mantienen treinta años después. Aunque no nos veamos, aunque pasen meses sin que hable con ellos, todos ellos, mis amigos (casi todos los que están en la foto, aunque no están todos los que son), siguen presentes día a día en mi recuerdo y en mi corazón. Porque ellos están en el origen de casi todo lo que soy y lo que he hecho después. Gracias.

17 de febrero de 2011

Pintando de colores...

Cuando se llama a una puerta ajena, sea amiga o extraña, lo primero que uno debe hacer, por una elemental cuestión de cortesía y educación, es presentarse y justificar la visita. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué un blog más, cuando ya hay millones y millones, en todos los idiomas, de todas las calidades y que cubren el más extenso abanico de temáticas? Una persona muy especial para mi, a la que debo en buena medida estar aquí, tiene el don de pintar de colores con su voz. A mi me gustaría hacerlo con mi escritura. Y si con ello consiguiera regalarle a alguien un instante de alegría, ya me daría por satisfecho. Si el fino aleteo de una mariposa puede desencadenar un tsunami al otro extremo del mundo, ¿quién sabe qué puede provocar una palabra bien dicha en el momento oportuno? De eso va el nombre de este blog. Ateak significa puertas en euskera (quiero mantener viva la llama de mi origen vasco) y con ello quiero aludir a la inestabilidad de la vida, la fragilidad de las personas. Una decisión aparentemente inocente, tomada a menudo de manera rutinaria e inconsciente, puede transformar nuestras vidas radicalmente, porque la línea que separa el bien del mal, la felicidad de la desdicha es tan delgada que cuando uno da un paso no sabe bien en qué lado va a posarse su pie. De eso va este blog, no de lo divino, porque no puedo hablar de aquello en lo que no creo, pero sí de todo lo humano, porque de esto nada me es ajeno. También, porque soy periodista y amo esta actividad, aunque la profesión me haya descorazonado, pretendo hablar del malestar del periodismo. Y, por supuesto, también habrá música, mucha música, porque:
"When the music's over
Turn out the ligths
For the music is your special friend 
Dance on fire as it intends 
Music is your only friend 
Until the end"

Y, pese, a los muchos fracasos acumulados, aún me gusta pensar que, como hace 30 o 40 años "we want the world and we want it... Now". Con la esperanza de que los pueblos árabes lo consigan.