18 de abril de 2011

Persiguiendo sueños

Alba, con Luis Tosar,
en los premios Mestre Mateo
Mi hija mayor está dando sus primeros pasos como actriz. Dejó los estudios para los que se suponía que tenía cualidades y se matriculó en la Escuela de Arte Dramático de Málaga. Tras las dudas iniciales, ahora es feliz. Porque la vida es un sueño que perseguimos sin parar. Porque sin sueños, la vida se limita a una simple rutina que se repite una y otra vez en un bucle sin sentido. Los sueños nos señalan un destino y nos iluminan el camino. Porque aunque a menudo pensamos (o nos gusta pensar) que se cumplen sin más, los sueños hay que trabajarlos día a día, ganarlos paso a paso. Y en ese trayecto siempre está bien encontrar modelos a los que seguir, porque todos necesitamos referencias para avanzar. La suya en este momento es Luis Tosar, a quien conoció en el Festival de Cine de Málaga. Pero tuvo que esperar unas semanas y recorrer mil kilómetros para volver a encontrárselo en la entrega de los premios Mestre Mateo y conseguir una fotografía con él. Un pequeño gesto, una ilusión cumplida, un primer paseo por las nubes. Y se nota en el brillo de sus ojos, en la alegría desbordante de su sonrisa y en su mirada, entre arrobada y nerviosa. Al final, el camino a las estrellas está hecho de estos encuentros casuales, señales escondidas entre la maleza que nos confirman que vamos por la ruta adecuada. Y ese mínimo guiño, para unos insignificante, es para otros el mayor de los regalos, una invitación al paraíso. Porque cada paso que nos acerca al cumplimiento de nuestros sueños es motivo para la celebración. 


Y es que los sueños no son un punto de llegada, porque cada meta es siempre un nuevo punto de partida. Los sueños nunca se cumplen, porque son solo un horizonte al que siempre nos dirigimos pero que nunca alcanzamos, porque siempre hay razones para seguir más allá. Los sueños son solo una metáfora, una forma de estar en la vida a la búsqueda permanente de una nueva satisfacción, de un nuevo logro, de otra cumbre que coronar, de una consumación que siempre aspira a una más. Hay sueños de largo recorrido, que nos acompañan toda la vida, y hay otros pequeños sueños que se pueden tocar con los dedos. Pero unos y otros nos dan la energía para luchar por cumplirlos, la ilusión que nos hace seguir adelante con una sonrisa y el corazón henchido de felicidad, el ánimo para sobreponernos a las adversidades. Hay sueños trascendentes, como el que tuvo Martin Luther King o tantos otros soñadores, que sirvieron para hacer el mundo un poco mejor; hay sueños que justifican una vida, como los de la Madre Teresa o Vicente Ferrer; hay sueños que dignifican un trabajo o una carrera profesional, y hay sueños que simplemente se nos revelan tras la mirada y la sonrisa de la persona que amamos. Y hay sueños que, sin saber bien ni cómo ni por qué, se convierten en una pesadilla. En esos casos, viene bien que alguien nos despierte, aunque sea con una bofetada, para hacernos ver que nos hemos adentrado por un camino equivocado. Y hay sueños que se sueñan dormidos y otros que se sueñan despiertos. Pero sean como sean, en la vida hay que perseguir siempre los sueños. Y hay que recordar constantemente que para cumplirlos, lo primero es siempre despertarse.

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